Durante el segundo milenio a.C., tanto el Imperio Hitita como el Egipto faraónico eran las principales potencias del antiguo Oriente Próximo. El Imperio Hitita, cuyo núcleo se encontraba en la región de Anatolia (lo que hoy es Turquía), fue uno de los estados más avanzados y poderosos de su época, con un vasto territorio que se extendía desde el Egeo hasta el Levante.